domingo, 12 de octubre de 2014

                                                    LAS MONARQUÍAS

                                                          CAPÍTULO XI

                                        AG, Y EL PERTINAZ CHIRIMIRI





Con el pollo I Can´t Ge No entre ceja y ceja, mi cuñado y Agostiño decidieron, como ya dejaron de manifiesto, y tras el chasco de La Alcayata D´or, documentarse sin escatimar esfuerzo ni dedicación.


Leyeron la obra de Darwin, y detenidamente  todos y cada uno de los artículos y libros de Juan Luis Arsuaga que cayeron en sus manos y  a otros no menos importantes antropólogos del mundo.

Acudieron a todas las conferencias universitarias que se dieron en el último año sobre el tema y visitaron los principales yacimientos antropológicos  de España, Francia y Portugal, llegando al punto de suscribirse a las revistas de divulgación científica  Fósil, Nature y Sciencie, que leían con verdadera devoción.  

Todo ello, merecidamente,  les llevó a convertirse en dos grandes expertos en paleontología de vertebrados y principalmente, en antropología social. 

En agosto mi cuñado tomándose unos breves días de asueto nos visitó. Su hermana, mi mujer, aprovechando tal ocasión, y después de la tan larga ausencia de su hermano, le invitó a cenar.

Cuando llegó a nuestra casa, noté, por obvio, que había adelgazado, y que su rostro había adquirido ese aura entre enigmático y de autocomplacencia de los intelectuales.

Amablemente nos relató sus vivencias, que a groso modo les he ido contando en episodios, y un sin fin de divertidas anécdotas. Ya casi de madrugada, bebiéndonos los últimos licores, y hablando de la abdicación de “Juanca”, pregunté, poco menos que  para mi mismo tras dar un nuevo lingotazo de orujo de hierbas:

-         ¿Quién sería el primer rey? Me gustaría saberlo. Pues supongo que alguien, en algún momento de la historia, debió ser el…

Noté en mi cuñado una leve sonrisilla de agrado por la observación.

-         Según el Génesis – atajó mi cuñado sirviéndose un nuevo chupito del mencionado orujo – el primer rey fue el mesopotámico Nemrod, o Nimrod.

En ese mismo momento, su hermana, mi mujer, viendo que no dejábamos de atacar a la botella de orujo, se levantó de la silla, y con la escusa de que debía madrugar, se despidió de nosotros hasta el día siguiente, no sin rogar a su hermano se volvieran a ver antes de que se ausentara de nuevo aunque sólo fuera para despedirse. Luego, mi cuñado prosiguió:
   
-          También se habla como primer rey del egipcio Narmer, o el mesopotámico Mesilim, de Kish. ¿Has oído hablar de alguno de estos personajes?
-         No quisiera parecerte selectivo en mis conocimientos, pero, no, francamente, jamás he oído hablar de ellos. Todo lo que vaya más allá de Viriathus cae para mi en el abismo de la ignorancia – dije  

Sí, el orujo que bebíamos era excepcionalmente selecto y efectivo

-         Pues no seré yo quien alumbre tu desconocimiento.

Selecto, efectivo, y, compasivo: buen orujo.
-         Las historias de estos personajes están basadas en gran parte en cuentos y leyendas. Por lo que como científico, comprenderás, no puedo acertarlas como verdaderas.
-         Lógico… – dije
-         Sin embargo, y sobre este interesantísimo asunto, mi socio y amigo Agostiño, y yo mismo, después de una visita que hicimos al yacimiento arqueológico de Si six scies scient six cyprès, six cant six scies escient six cent six cyprès, en la región de Picardie, Francia, hemos estudiado y sabido, de que la primera dinastía de reyes se fundó allá por el año 40.000  antes de Jesucristo.
-         ¿Otra copita, cuñado?
-         Pero sólo por no despreciártela.

Después de servirle y de que nuevamente agotara el pequeño vaso de un solo trago, mi cuñado, añadió:

-         La cueva donde está el yacimiento mencionado fue descubierta hace once años por la prez antropóloga Eloïse Azulette, y en ella, se encontró a toda una tribu de neandertales fallecidos por congelación al pillarles por sorpresa una glaciación.
-         ¿Les pilló una glaciación por sorpresa?
-         Como lo oyes, cuñado. Así, ¡zas! ¡Toma lacasitos!
-         Vamos, que se quedaron tiesos en un visto y no visto.
-         Como pajaritos. Ten en cuenta que por aquella época no existían meteorólogos que anunciaran las glaciaciones.
-         Ya, ya; claro. Los meteorólogos vinieron después de los neandertales.
-            ¿Cómo supo la conspicua doctora Azullete que en la cueva Si six scies scient six cyprès, six cant six scies escient six cent six cypress, se hallaba el primer rey de la historia? La deducción era difícil, pero no para nuestra sagaz Azulette. La cueva se hallaba ahíta  hasta los topes de reveladoras pinturas estilo rupestre típico de la época. Pero sobre todas ellas destacaba la de la pared frontal.  En la misma, podía apreciarse a un individuo cabalgando un mamut rampante.
-         ¿Un mamut rampante…? - dije extrañado.
-          Sí, sí. El jinete sujetaba valeroso con la mano izquierda  una oreja al brioso mastodonte  mientras con la otra esgrimía en alto, amenazante, una descomunal cachiporra; y si bien va ataviado de pieles según la moda francesa de hace 13.970 millones de años después del Big Bang, desplegaba al viento una capa que es mismamente por su colorido y forma la piel de un choto, pero lo más extraño…
-         ¿Más extraño que cabalgar un mamut rampante con una capa de choto al viento en una época en la que el Big Bang estaba casi a tiro de piedra? – dije intrigado
-         Pues sí. El jinete: inusualmente para periodo histórico, lucía casco.
-         ¿De metal?
-          No. Es más bien distintivo, de reconocimiento de estatus.
-         Ah…
-          En la parte superior del cuadro podían verse  dos signos en forma de  A y G. Y bajo la pintura, sentado en un peñasco, se encontró fosilizado al individuo representado en el cuadro: la misma vestimenta, la misma capa de choto  y el mismo casco.  Por todo lo cual, la bienquista Azulette dedujo: primero, que aquel individuo se llamaba Ag. Segundo: que fue nombrado rey de la tribu a judgar por la majestuosidad de la pintura. Tercero: que el peñasco en el que le hallaron sentado tenía esculpido cual trono la forma de su trasero. Cuarto: que es el único fósil de neandertal hallado con casco,  cual corona, y que después de estudiarlo resultó ser medio coco. Y quinto: se le halló con las dos manos asido a la cachiporra cual cetro real, aunque también es verdad que la susodicha no era tan descomunal como en la pintura.
-         ¿Y al mamut, han encontrado al mamut?
-         Aún no. Como bien sabes, Francia es una nación puntera en tecnología, y han creado un espectrómetro de masas que es una barbaridad. Gracias al cual han podido datar que la glaciación se les vino encima a los neandertales en el mes de octubre.
-         ¿Y eso cómo lo saben? – dije.
-          Lo supieron al identificar los vegetales hallados en el gaznate de uno de los miembros del clan fosilizado.
-         ¿Qué resultaron ser…? – pregunté engolosinado por la intriga
-         ¡Níscalos! ¡Fíjate tú!
-         Níscalos… – repetí – Menudo espectrómetro de masas   
-         La cosa debió ocurrir un día que  amaneciera de mal talante en cuanto a la meteorología se refiere, pues se ha sabido que la tribu se reunía en la cueva  Si six scies scient six cyprès, six cant six scies escient six cent six cyprès cuando la climatología imposibilitaba la caza
-         Para pasar el chaparrón, como quien dice
-         La doctora, una mujer de cartel,  Azulette, incluso se ha atrevido a predecir a falta de las últimos análisis del espectrómetro, que es muy posible que se quedaran tiesos unos días más tarde de la proclamación real. Un sábado allá las cuatro de la tarde.
-         A eso le llamo yo hilar fino.
-         La cosa debió suceder más o menos así. Pero antes, permíteme que me sirva una nueva copita de orujo.
-         Por favor – dije

Después de servírsela, mi cuñado prosiguió:

-         Imagina: albores de los tiempos. Prehistoria. El mundo está poblado por cuatro clanes de neandertales como quien dice. Nuestro clan protagonista consta de treinta y dos individuos. Amanece. Tres de ellos: Buf, Gong y Puag   acaban de despertarse y salen como cada mañana de sus respectivas cuevas adosadas para orinar. Cae una suave llovizna.   
-          Mal día para salir a cazar mamuses –  dice Buf.

Puag, que es un tipo muy observador, mira al cielo encapotado y dice:

-         El cielo está encapotado.
-         Pues yo me vuelvo a la cama – dice Gong - Aun me queda mamut de ayer.
Allá las diez  tornan a salir de la cueva, se bajan sus shorts de piel de choto, se colocan en cuclillas y se disponen a deponen el mamut del día anterior. El chirimiri sigue cayendo impertérrito.

-         Pues qué queréis que os diga – dice Buf – yo prefiero que llueva a cántaros.

Al cabo de unos instantes, Puag, que también es muy sensible a las inclemencias del tiempo, dice:

-         Truena

Buf, dice:

-         No, no…
-         Podríamos tomarnos el día de asueto – dice Gong
-         ¡Joder! – exclamó de pronto Buf.
-         ¿Qué te pasa? – contestó Puaf
-         Mi mujer, que  ayer se le debieron acabar las piedras higiénicas y no las ha repuesto. Y mira que se lo tengo dicho. ¿Me podéis pasar una piedra de las vuestras?
-         Ahí va.
-         Gracias, hombre

Mi cuñado antes de que yo pudiera oponer cualquier objeción al neorrealismo de su relato, prosiguió:

-         Esto se sabe porque  la gran Azulette encontró algunas de las susodichas piedras higiénicas.
-         No se le escapa una a Azulette, ¿eh? – dije yo
-         ¡Menuda es! – dijo mi cuñado con admiración
-         ¿Y analizó las piedras higiénicas con el  gran espectrómetro de masas?
-         Por supuesto.
-         ¿Y qué descubrió?
-         Que toda la tribu sufría de colitis aguda. Demasiados níscalos   
-         Si no salimos a cazar, –  dijo mi cuñado reanudando el relato por boca del neandertal Buf – podríamos reunirnos todo el clan  en la cueva de Ag

La cueva de Ag era la más espaciosa de la tribu. Ag debió ser un neandertal imaginativo y fantasioso como buen haragán. Enclenque,  miedoso y capón, pero hábil y avispado. Muy avispado

El clan en su totalidad  se reunió pues en su cueva. Como siempre se sentaron en el suelo formando pequeños grupos afines. Fuera seguía cayendo el pertinaz chirimiri. Los hombres, para entretenerse, comenzaron a espulgar a las mujeres y las mujeres a quitar  espinillas a los hombres.


    -  Estate quieto – se oye decir a Rinrín
    -  Me haces daño – replicó Ayayai.

Ag, sentado sobre su peñasco favorito,  miró al grupo pensativo. Llevaba días cavilando algo. De pronto, dijo:
-         ¡Ey!, tribu, atendedme. Tengo algo importante que deciros

Pero la tribu le ignoró.

-         ¡Eo!  ¡Eo! – dice agitando inútilmente los brazos por encima de su cabeza. Ag era un chiquilicuatre de tres al cuarto al que nadie hacía caso   – Está bien. Vosotros lo habéis querido

Y Ag se alzó sobre su peñasco y empezó a bailar claque

     -   ¿Claque? – exclamé sorprendido
     -   Claque, sí. ¿Te parece extraño?
     -   Pues… hombre…un poquito sí, la verdad
-         Pues no. Analizando los huesos de lo fósiles, los de Ag    incluidos, se descubrió que extrañamente todos menos uno tenían gastados los huesos de los talones y achatados los dedos de los pies, de lo que dedujeron  que debían practicar el claque con mucha asiduidad. 
-         ¿Todos menos uno?
-         Sí. Había un miembro del clan que le dio por la cumbia.   

Iba a preguntar cómo Azulette pudo saber que aquel neandertal bailaba cumbia y no claque, pero di por seguro que habría una explicación científica, por lo que me abstuve.

-         En todo clan siempre hay un rarito, ¿verdad? – dije sin embargo

Mi cuñado hizo un gesto de resignación

-         Como te iba diciendo,  – dijo luego –  A juzgar por el análisis morfológico de los huesos de Ag , Azulette llegó a la suposición, de que éste debía bailar francamente mal el claque. No siendo descabellado pensar que su baile producía grima si no, directamente vergüenza ajena  en el resto del clan. Y Ag debió bailar durante largo rato. Hasta que, Grgrgr, un troglodita fortachón y de mal genio, pero muy escrupuloso a la hora de tocar las pulgas con las manos, acabó de espulgar a  la bella Smuac a garrotazo limpio, y gritó dirigiéndose a Ag:
-          
-         ¡Está bien! ¡Habla! ¡Y deja ya de bailar! ¡Pelotudo!

Tras escuchar al estentóreo Grgrgr toda la tribu quedó paralizada y en silencio.

-         Bueno…, yo… – empezó a decir entrecortado Ag – si no os parece mal… he decidido por el bien de la tribu, ser vuestro Rey
-         ¿Nuestro Rey? – preguntó Rasrás
-         ¿Con mayúscula? – observó Ü
-         Con mayúscula – dijo Ag
-         ¿Y eso por qué? – repuso Ü
-         Porque tiene más empaque.
-         No. Me refiero a por qué quieres ser nuestro Rey
-         Como todos os habréis dado cuenta, los tiempos están cambiado.
-         Eso es verdad – dijo Arre –  Ayer hizo un día esplendido y hoy hace un pertinaz chirimiri.
-         No me refiero al tiempo atmosférico. Los neandertales estamos evolucionando. Conocemos el fuego, aunque aún no lo dominamos. Hemos descubierto el  silex, y hemos fabricado armas sofisticadas como la cachiporra y la lanza. Por lo que es conveniente empezar a jerarquizar la tribu. ¿No os parece?
-         A mi me parece bien – dijo Federico, que por su estrambótico nombre, era el hazmerreír de la tribu – Sólo tengo una objeción: ¿qué significa jerarquizar?
-         Muy sencillo, Federico. Vosotros me nombraréis Rey. Es decir,  máxima autoridad. Y yo impartiré justicia en la tribu. A cambio, vosotros compartiréis conmigo los mamuses que cacéis y me obedeceréis sin rechistar.
-         ¿Sin rechistar? Eso me parece un abuso de autoridad. – dijo el fortachón de Grgrgr frunciendo el ceño.
-         Está bien – dijo Ag – me obedeceréis rechistando.
-         ¿Rechistando? – dijo Yustinbiber, (Otro excentrico) aunque todo el mundo le llamaba el Greñas por se calvo (Típico humor neandertal) – A mi eso también me parece despotismo. ¿Por qué la obligatoriedad de rechistar?
-         Está bien, está bien. Hoy, por ser el día de mi nombramiento,  me mostraré complaciente, y concedo que me obedezcáis rechistando o sin rechistar. Pero ni una sola opción más. No puedo permitir que cada uno haga lo que le venga en gana.

Un pequeño grupo del clan se arremolinó entonces en torno a Bluf. Hubo un silencio en la caverna. Poco a poco el pequeño grupo fue atrayendo al resto de miembros, por curiosidad, o  por simple chismorrería. El caso fue que Ag se halló solo y apartado. Temió lo peor. Todos hablaban en voz baja dirigiéndole esquivas miradas. Unos negaban con la cabeza, otros afirmaban y otros ni fu ni fa. Al término del conciliábulo,  Bluf levantó la mano.

-         De acuerdo – dijo dirigiéndose a Ag – Te aceptamos como monarca. Y te daremos parte de nuestros mamuses. No tendrás que salir a cazar. Todos sabemos que eres un gurrumino raquítico y esmirriado, y  un vil cobarde y cagón. Aún así te aceptaremos como Rey con una sola condición: jamás volverás a bailar claque.
-         ¿Jamás? – dijo Ag
-         ¡Jamás!
-         ¿Y la cumbia, podré bailar la cumbia?

Todos los individuos se miraron y negaron con la cabeza al unísono.

-         El baile y la danza estarán prohibidos para el Rey

Ag pensó que, de no querer morir de hambre, debía aceptar.

-         Está bien. Acepto el sacrificio. Procedamos pues a mi coronación. Sentaos  todos aquí delante de mi y prestad atención. ¿Alguien entre vosotros tiene una corona por casualidad?

La mayoría de los escuchantes se palparon inútilmente la zamarra de piel de choto. Nadie tenía una corona.

-         ¿No? ¿Nadie?

En el mutis general, sonó la voz de Aris. Aris era el puntilloso del clan, y algo chinche.

-         ¡Yo tengo medio coco!
-         ¿Y está lleno o vacío? – preguntó Ag
-         ¿El qué? – repuso Aris
-         El coco. ¿Qué va a ser?
-         No lo sé.
-         Pues míralo y dime si está lleno o vacío.
-         Ya te he dicho que sólo tengo medio coco. No un coco. El otro medio no sé dónde está.
-         Está bien, - dijo Ag tratando de no impacientarse – El medio coco, ¿está lleno o vacío?
-         ¿A qué medio coco te refieres?
-         ¿Cuántos medios cocos tienes?
-         Uno
-         Pues a ese medio coco me refiero. Olvidémonos del otro medio coco.
-         Sí, mejor – dijo Aris
-         Entonces, dime: ¿está lleno o vacío tu medio coco?
-         ¿Lleno o vacío de qué?
-         De coco, por ejemplo.
-         No entiendo la pregunta. ¿Podrías ser más explícito, Ag?

Sí, Aris era muy chinche y muy tachuela.

-         ¿Más explícito…?

Ag guardó silencio. Un silencio engorroso y expectante. Todos miraron a Aris

-         Si  yo pregunto: ¿de qué está lleno un burro? ¿Qué me contestaríais? – preguntó Aris dirigiéndose a la concurrencia

Pero ésta siguió silente, hasta que, Gong dijo:

-         ¡Un burro está lleno de burro!
-         Muy bien, Gong. Efectivamente – dijo Aris – Un burro siempre está lleno de burro
-         ¿Y un mamut? – volvió a preguntar
-         Un mamut también está lleno de burro – volvió a contestar Gong
-         No: de mamut.
-         Vaya, pensé que era una pregunta trampa
-         Es decir, mientras un burro sea un burro, un mamut sea un mamut y un coco sea un coco, siempre estarán llenos de burro, mamut o coco. Por consiguiente, tu pregunta, Ag, debería ser: ¿la cáscara del tu medio coco está llena o vacía de pulpa de coco u otra sustancia?
-         O – dijo Gong – en caso de que desees coronarte con medio burro, deberías preguntar: ¿la cáscara del medio burro está llena o vacía de pulpa de burro u otra sustancia? Recuérdalo, Ag 
-         De acuerdo – dijo Ag – En tal caso, pregunto…

Pero Yustinbiber, alias el Greña, se le adelantó:

-         Y yo pregunto: ¿Por qué  es más fácil cazar un coco que un mamut?
-         Pues a mi me gustaría saber – dijo otro - ¿Por qué los cocoteros no dan mamuses? ¿Alguien lo sabe?

Y otro más:

     -  Pues yo querría saber por qué los mamuses no tienen sabor a coco. A mi me encanta el sabor del coco.

Y un zaguero preguntó:

     - ¿Y por qué llamamos coco al coco y no le llamamos higo chumbo y al cocotero cocochumbo? A lo mejor así todo sería más fácil.

-         ¡Silencio! – gritó Ag viendo que las preguntas se sucedían ininterrumpidamente y éstas se apartaban de sus intereses –  No tratemos de contestar todas la preguntas hoy. Dejemos algunas respuestas para los tiempos venideros y volvamos a la cuestión que nos ocupa. Aris: ¿tu medio coco está lleno o vacío de pulpa de coco?
-         Vacío.
-         Bien – prosiguió Ag – Todo Rey que se precie debe tener un símbolo de autoridad inconfundible. Y este caso el distintivo será la corona. Pero como dase el caso de que no tenemos corona, solicito a Aris el honor  de encasquetarme el medio coco vacío de pulpa. Que de aquí en adelante no llamaremos coco, sino, cocona, y a esta ceremonia la llamaremos coconamiento.  Cocona o emblema que me identificará y al que todos obedeceréis como hemos acordado: rechistando o sin rechistar.
-         Con eso qué has querido decir, Ag, que también tendremos que obedecer a la cocona?
-         No, hombre, no. La cocona sólo me distinguirá de vosotros. Por ejemplo, al verme, exclamaréis: ¡Mirad, ahí está el Rey ! Ojito; o, ¡Ahí viene o va nuestro coconado Rey Ag!  ¡Qué campechano paseándose por la tribu como uno más! ¡ ¡Viva el Rey! ¡Hurra por la cocona! Y cosas así. ¿De acuerdo?

Todos asintieron con la cabeza. Alguien dijo por lo bajini: Mientras nunca más baile claqué…, de acuerdo, pero si un día le pillo bailando le deslomo.

-         Por favor, Aris, podrías acercarte y ante todos los presentes dar inicio solemne a la ceremonia de mi  coconación – dijo Ag
-         ¿Por qué Aris, y no yo?
-         Porque Aris es el que tiene la cocona.
-         Yo también tengo otra media cocona sin pulpa.
-         No, lo que tú tienes es medio coco. Cocona sólo hay una y es la de Aris. Y sólo yo, exclusivamente la llevará puesta. Pobre del que vea con un medio coco en la cabeza. Seamos serios
-         ¿Y media sandía? ¿Puedo llevar puesta media sandía vacía de pulpa?
-         Sí, puedes. Pero no será vinculante.

Aris se incorporó  y se acercó la peñasco donde Ag presidía la reunión con el medio coco asido por su parte externa. Al llegar a él, la tribu guardó silencio ante tan importante  momento. Aris, nervioso por ser blanco de todas las miradas, sin mediar palabra, alzó de pronto su brazo derecho y le endilgó con el medio coco tal golpe  en la cabeza al pobre Ag, que a poco le acogota.

-         Ya – dijo Aris

Dos lagrimones como dos uvas cristalinas bajaron temblorosas por las mejillas de Ag. Desilusionados ante tan breve acto,  el clan emitió su opinión: ¿Eso ha sido todo? ¿Ya está? ¡Qué  fútil ¡ ¡Sí, sí, muy fútil! ¡Y qué insulso! ¡Que lo repita! ¡Y que Aris diga algo en tan solemne momento! ¡ Empieza de nuevo, Aris! El clamor del grupo se hizo unánime

-         De acuerdo – dijo Aris – diré algo pero muy breve
-         ¡Quítale la cocona y vuélvesela a poner!

Al escuchar esto, el petrificado Ag empezó a mover los ojos despavorido.

-         De acuerdo – dijo Aris

Pero al intentarlo,  inútilmente, Ag  emitió  un agudo grito de dolor que  hubiera acongojado a todo aquel que no fuera neandertal.

-         Caray, Ag, ni a medida. – dijo Aris

Después de  intentarlo con la misma suerte varias veces, Aris se volvió hacia los presentes.

-         ¿Alguien tiene a mano un desatascacocos?

Ag en su interior dio gracias de que aún no hubieran descubierto el hierro. Aris, después,  intentó  con todas sus fuerzas extraer el coco de la cabeza de Ag: a rosca,  pero su intento también fue  baldío como los anteriores, aunque no del todo: ahora Ag tenía la oreja derecha donde antes tenía  la nariz. Por fin Aris tuvo una buena idea: se colocó detrás de Ag,  rodeó el cuello de éste con el brazo izquierdo, y con la mano derecha trató de desprender con todas sus fuerzas el coco. Al primer intento la lengua de Ag le servía de corbata, al segundo, por suerte, el coco cedió.

-         Ag, ¿Te he hecho daño?
-         No, no – dijo Ag en un murmullo.

Luego, mirando el cráneo de Ag,  Aris, frunció el ceño.

-         Ag, te ha desaparecido el cuero cabelludo. – dijo. A continuación miró el medio coco y de éste salía la pelambrera de Ag.
-         ¿Te duele, Ag?

Ag no contestó.  Tenía la mirada perdida más allá de infinito.

-         Bien, procedamos. Yo, Aris, nombro Rey a Ag, para que legisle nuestra tribu, a cambio de reprimir cualquier deseo de bailar claque, cumbia o cualquier otro baile que innovemos en el futuro. Y porque así se ha encaprichado él mismo con tal de no salir a cazar mamuses por su innata cobardía.
-         No. – dijo Ag  quedo a Aris– No has debido decir eso. Es mejor decir por la Gracia Divina
-         ¿Con mayúsculas?
-         Con mayúsculas. La verdad es a veces mezquina
-         Está bien: lo diré. Yo, Aris, nombro Rey a Ag, también y por  si no fuera suficiente con lo anteriormente dicho, por la Gracia Divina
-         ¿Por la Gracia Divina? – se oyó al punto al fondo del revoltijo de neandertales - ¿Quién es esa?
-         Ya la has vuelto a liar, Ag – dijo Aris
-         Sí, ¿quién es esa Gracia Divina?
-         Querida tribu, – dijo Ag – no es este el momento de daros a conocer tal revelación, pero os prometo que lo haré en días próximos. Vamos – dijo ahora dirigiéndose a Aris – encasquétame rápido, pero suavemente, eh, Aris, suavemente. No perdamos el tiempo.
-         Pues yo lo quiero saber ahora – dijo alguien
-         Y yo – dijo otro

Y así, una gran mayoría quiso saber

-         Está bien – dijo Ag para calmar los ánimos –  la Gracia Divina es el mandato, el don,  que he recibido de un ser superior y todopoderoso, un gran dios que me ha iluminado y me ha dicho: Ag, no seas tonto y nómbrate Rey
-         ¿Y es superior al Rey?
-         Sí, pero…
-         Entonces yo me nombro Gracia Divina y me encasqueto  dos cocos
-         ¡No! ¡No! – dijo Ag sin saber cómo salir de aquel atolladero  – Como ya os he dicho, os prometo tribu, que en otro momento os hablaré de éste nuevo dios, que no es el dios sol, o el dios luna, o el dios del pertinaz chirimiri, sino que es un dios único,  omnipotente y creador de todas las cosas. Ya veréis el enorme partido que en el futuro podremos sacar a ésta idea de dios. Pero ahora, lo importante es que Aris me nombre Rey. De lo contrario os hago saber que empiezo a sentir unos irreprimibles deseos de ponerme a bailar claque.

Y así fue, querido cuñado, como se nombró al primer rey de la historia. La prístina monarquía que otras tribus, otros pueblos y más tarde otras naciones adoptaron como forma de gobierno.

-         ¿Qué te parece?

No supe qué contestar. El sueño me vencía. Su relato bien es verdad que admitía  objeciones, pero él lo creía a pies juntillas, y eso era lo realmente importante. Lo que yo opinara carecía de trascendencia, por lo que callé. Le di las gracias por haber aceptado la invitación de su hermana y haberme regalado una de las mejores veladas de mi vida. Nos levantamos de la mesa y le acompañe al cuarto de invitados.
-         Dormirás aquí. Estás demasiado borracho para conducir. Buenas noches, chisgarabís
-         Buenas noches, tragaldabas






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