LAS MONARQUÍAS
CAPÍTULO XI
AG, Y EL PERTINAZ CHIRIMIRI
Con el pollo I Can´t Ge No
entre ceja y ceja, mi cuñado y Agostiño decidieron, como ya dejaron de
manifiesto, y tras el chasco de La Alcayata
D ´or, documentarse sin escatimar esfuerzo ni dedicación.
Leyeron la obra de Darwin, y detenidamente
todos y cada uno de los artículos y
libros de Juan Luis Arsuaga que cayeron en sus manos y a otros no menos importantes antropólogos del
mundo.
Acudieron a todas las
conferencias universitarias que se dieron en el último año sobre el tema y
visitaron los principales yacimientos antropológicos de España, Francia y Portugal, llegando al
punto de suscribirse a las revistas de divulgación científica Fósil, Nature y Sciencie, que leían con
verdadera devoción.
Todo ello,
merecidamente, les llevó a convertirse
en dos grandes expertos en paleontología de vertebrados y principalmente, en
antropología social.
En agosto mi cuñado tomándose
unos breves días de asueto nos visitó. Su hermana, mi mujer, aprovechando tal
ocasión, y después de la tan larga ausencia de su hermano, le invitó a cenar.
Cuando llegó a nuestra casa,
noté, por obvio, que había adelgazado, y que su rostro había adquirido ese aura
entre enigmático y de autocomplacencia de los intelectuales.
Amablemente nos relató sus
vivencias, que a groso modo les he ido contando en episodios, y un sin fin de divertidas
anécdotas. Ya casi de madrugada, bebiéndonos los últimos licores, y hablando de
la abdicación de “Juanca”, pregunté, poco menos que para mi mismo tras dar un nuevo lingotazo de
orujo de hierbas:
-
¿Quién sería el
primer rey? Me gustaría saberlo. Pues supongo que alguien, en algún momento de
la historia, debió ser el…
Noté en mi cuñado una leve
sonrisilla de agrado por la observación.
-
Según el Génesis
– atajó mi cuñado sirviéndose un nuevo chupito del mencionado orujo – el primer
rey fue el mesopotámico Nemrod, o Nimrod.
En ese mismo momento, su
hermana, mi mujer, viendo que no dejábamos de atacar a la botella de orujo, se
levantó de la silla, y con la escusa de que debía madrugar, se despidió de nosotros
hasta el día siguiente, no sin rogar a su hermano se volvieran a ver antes de
que se ausentara de nuevo aunque sólo fuera para despedirse. Luego, mi cuñado
prosiguió:
-
También se habla como primer rey del egipcio
Narmer, o el mesopotámico Mesilim, de Kish. ¿Has oído hablar de alguno de estos
personajes?
-
No quisiera
parecerte selectivo en mis conocimientos, pero, no, francamente, jamás he oído
hablar de ellos. Todo lo que vaya más allá de Viriathus cae para mi en el
abismo de la ignorancia – dije
Sí, el orujo que bebíamos era
excepcionalmente selecto y efectivo
-
Pues no seré yo
quien alumbre tu desconocimiento.
Selecto, efectivo, y,
compasivo: buen orujo.
-
Las historias de
estos personajes están basadas en gran parte en cuentos y leyendas. Por lo que
como científico, comprenderás, no puedo acertarlas como verdaderas.
-
Lógico… – dije
-
Sin embargo, y
sobre este interesantísimo asunto, mi socio y amigo Agostiño, y yo mismo,
después de una visita que hicimos al yacimiento arqueológico de Si six scies
scient six cyprès, six cant six scies escient six cent six cyprès, en la región
de Picardie, Francia, hemos estudiado y sabido, de que la primera dinastía de
reyes se fundó allá por el año 40.000
antes de Jesucristo.
-
¿Otra copita,
cuñado?
-
Pero sólo por no
despreciártela.
Después de servirle y de que
nuevamente agotara el pequeño vaso de un solo trago, mi cuñado, añadió:
-
La cueva donde
está el yacimiento mencionado fue descubierta hace once años por la prez
antropóloga Eloïse Azulette, y en ella, se encontró a toda una tribu de neandertales
fallecidos por congelación al pillarles por sorpresa una glaciación.
-
¿Les pilló una
glaciación por sorpresa?
-
Como lo oyes,
cuñado. Así, ¡zas! ¡Toma lacasitos!
-
Vamos, que se
quedaron tiesos en un visto y no visto.
-
Como pajaritos. Ten
en cuenta que por aquella época no existían meteorólogos que anunciaran las
glaciaciones.
-
Ya, ya; claro.
Los meteorólogos vinieron después de los neandertales.
-
¿Cómo supo la conspicua doctora Azullete que
en la cueva Si six scies scient six cyprès, six cant six scies escient six cent
six cypress, se hallaba el primer rey de la historia? La deducción era difícil,
pero no para nuestra sagaz Azulette. La cueva se hallaba ahíta hasta los topes de reveladoras pinturas
estilo rupestre típico de la época. Pero sobre todas ellas destacaba la de la
pared frontal. En la misma, podía
apreciarse a un individuo cabalgando un mamut rampante.
-
¿Un mamut
rampante…? - dije extrañado.
-
Sí, sí. El jinete sujetaba valeroso con la
mano izquierda una oreja al brioso
mastodonte mientras con la otra esgrimía
en alto, amenazante, una descomunal cachiporra; y si bien va ataviado de pieles
según la moda francesa de hace 13.970 millones de años después del Big Bang,
desplegaba al viento una capa que es mismamente por su colorido y forma la piel
de un choto, pero lo más extraño…
-
¿Más extraño que
cabalgar un mamut rampante con una capa de choto al viento en una época en la
que el Big Bang estaba casi a tiro de piedra? – dije intrigado
-
Pues sí. El
jinete: inusualmente para periodo histórico, lucía casco.
-
¿De metal?
-
No. Es más bien distintivo, de reconocimiento
de estatus.
-
Ah…
-
En la parte superior del cuadro podían verse dos signos en forma de A y G. Y bajo la pintura, sentado en un
peñasco, se encontró fosilizado al individuo representado en el cuadro: la
misma vestimenta, la misma capa de choto
y el mismo casco. Por todo lo
cual, la bienquista Azulette dedujo: primero, que aquel individuo se llamaba
Ag. Segundo: que fue nombrado rey de la tribu a judgar por la majestuosidad de
la pintura. Tercero: que el peñasco en el que le hallaron sentado tenía
esculpido cual trono la forma de su trasero. Cuarto: que es el único fósil de
neandertal hallado con casco, cual
corona, y que después de estudiarlo resultó ser medio coco. Y quinto: se le
halló con las dos manos asido a la cachiporra cual cetro real, aunque también
es verdad que la susodicha no era tan descomunal como en la pintura.
-
¿Y al mamut, han
encontrado al mamut?
-
Aún no. Como bien
sabes, Francia es una nación puntera en tecnología, y han creado un
espectrómetro de masas que es una barbaridad. Gracias al cual han podido datar
que la glaciación se les vino encima a los neandertales en el mes de octubre.
-
¿Y eso cómo lo
saben? – dije.
-
Lo supieron al identificar los vegetales
hallados en el gaznate de uno de los miembros del clan fosilizado.
-
¿Qué resultaron
ser…? – pregunté engolosinado por la intriga
-
¡Níscalos!
¡Fíjate tú!
-
Níscalos… –
repetí – Menudo espectrómetro de masas
-
La cosa debió
ocurrir un día que amaneciera de mal
talante en cuanto a la meteorología se refiere, pues se ha sabido que la tribu
se reunía en la cueva Si six scies
scient six cyprès, six cant six scies escient six cent six cyprès cuando la
climatología imposibilitaba la caza
-
Para pasar el
chaparrón, como quien dice
-
La doctora, una
mujer de cartel, Azulette, incluso se ha
atrevido a predecir a falta de las últimos análisis del espectrómetro, que es
muy posible que se quedaran tiesos unos días más tarde de la proclamación real.
Un sábado allá las cuatro de la tarde.
-
A eso le llamo yo
hilar fino.
-
La cosa debió
suceder más o menos así. Pero antes, permíteme que me sirva una nueva copita de
orujo.
-
Por favor – dije
Después de servírsela, mi
cuñado prosiguió:
-
Imagina: albores
de los tiempos. Prehistoria. El mundo está poblado por cuatro clanes de
neandertales como quien dice. Nuestro clan protagonista consta de treinta y dos
individuos. Amanece. Tres de ellos: Buf, Gong y Puag acaban
de despertarse y salen como cada mañana de sus respectivas cuevas adosadas para
orinar. Cae una suave llovizna.
-
Mal día para salir a cazar mamuses – dice Buf.
Puag, que es un tipo muy
observador, mira al cielo encapotado y dice:
-
El cielo está
encapotado.
-
Pues yo me vuelvo
a la cama – dice Gong - Aun me queda mamut de ayer.
Allá las diez tornan a salir de la cueva, se bajan sus
shorts de piel de choto, se colocan en cuclillas y se disponen a deponen el
mamut del día anterior. El chirimiri sigue cayendo impertérrito.
-
Pues qué queréis
que os diga – dice Buf – yo prefiero que llueva a cántaros.
Al cabo de unos instantes,
Puag, que también es muy sensible a las inclemencias del tiempo, dice:
-
Truena
Buf, dice:
-
No, no…
-
Podríamos
tomarnos el día de asueto – dice Gong
-
¡Joder! – exclamó
de pronto Buf.
-
¿Qué te pasa? –
contestó Puaf
-
Mi mujer, que ayer se le debieron acabar las piedras higiénicas
y no las ha repuesto. Y mira que se lo tengo dicho. ¿Me podéis pasar una piedra
de las vuestras?
-
Ahí va.
-
Gracias, hombre
Mi cuñado antes de que yo
pudiera oponer cualquier objeción al neorrealismo de su relato, prosiguió:
-
Esto se sabe porque
la gran Azulette encontró algunas de las
susodichas piedras higiénicas.
-
No se le escapa
una a Azulette, ¿eh? – dije yo
-
¡Menuda es! –
dijo mi cuñado con admiración
-
¿Y analizó las
piedras higiénicas con el gran espectrómetro
de masas?
-
Por supuesto.
-
¿Y qué descubrió?
-
Que toda la tribu
sufría de colitis aguda. Demasiados níscalos
-
Si no salimos a
cazar, – dijo mi cuñado reanudando el
relato por boca del neandertal Buf – podríamos reunirnos todo el clan en la cueva de Ag
La cueva de Ag era la más
espaciosa de la tribu. Ag debió ser un neandertal imaginativo y fantasioso como
buen haragán. Enclenque, miedoso y
capón, pero hábil y avispado. Muy avispado
El clan en su totalidad se reunió pues en su cueva. Como siempre se sentaron
en el suelo formando pequeños grupos afines. Fuera seguía cayendo el pertinaz
chirimiri. Los hombres, para entretenerse, comenzaron a espulgar a las mujeres
y las mujeres a quitar espinillas a los
hombres.
- Estate
quieto – se oye decir a Rinrín
- Me
haces daño – replicó Ayayai.
Ag, sentado sobre su peñasco
favorito, miró al grupo pensativo. Llevaba
días cavilando algo. De pronto, dijo:
-
¡Ey!, tribu, atendedme. Tengo algo importante que deciros
Pero la tribu le ignoró.
-
¡Eo! ¡Eo! – dice agitando inútilmente los brazos por encima
de su cabeza. Ag era un chiquilicuatre de tres al cuarto al que nadie hacía
caso – Está bien. Vosotros lo habéis querido
Y Ag se alzó sobre su peñasco
y empezó a bailar claque
- ¿Claque? – exclamé sorprendido
-
Claque, sí. ¿Te parece extraño?
- Pues…
hombre…un poquito sí, la verdad
-
Pues no.
Analizando los huesos de lo fósiles, los de Ag incluidos, se descubrió que extrañamente
todos menos uno tenían gastados los huesos de los talones y achatados los dedos
de los pies, de lo que dedujeron que
debían practicar el claque con mucha asiduidad.
-
¿Todos menos uno?
-
Sí. Había un miembro
del clan que le dio por la cumbia.
Iba a preguntar cómo Azulette
pudo saber que aquel neandertal bailaba cumbia y no claque, pero di por seguro
que habría una explicación científica, por lo que me abstuve.
-
En todo clan siempre
hay un rarito, ¿verdad? – dije sin embargo
Mi cuñado hizo un gesto de
resignación
-
Como te iba
diciendo, – dijo luego – A juzgar por el análisis morfológico de los
huesos de Ag , Azulette llegó a la suposición, de que éste debía bailar
francamente mal el claque. No siendo descabellado pensar que su baile producía
grima si no, directamente vergüenza ajena en el resto del clan. Y Ag debió bailar
durante largo rato. Hasta que, Grgrgr, un troglodita fortachón y de mal genio, pero
muy escrupuloso a la hora de tocar las pulgas con las manos, acabó de espulgar
a la bella Smuac a garrotazo limpio, y gritó
dirigiéndose a Ag:
-
-
¡Está bien! ¡Habla!
¡Y deja ya de bailar! ¡Pelotudo!
Tras escuchar al estentóreo
Grgrgr toda la tribu quedó paralizada y en silencio.
-
Bueno…, yo… –
empezó a decir entrecortado Ag – si no os parece mal… he decidido por el bien
de la tribu, ser vuestro Rey
-
¿Nuestro Rey? –
preguntó Rasrás
-
¿Con mayúscula? –
observó Ü
-
Con mayúscula –
dijo Ag
-
¿Y eso por qué? –
repuso Ü
-
Porque tiene más
empaque.
-
No. Me refiero a
por qué quieres ser nuestro Rey
-
Como todos os
habréis dado cuenta, los tiempos están cambiado.
-
Eso es verdad –
dijo Arre – Ayer hizo un día esplendido
y hoy hace un pertinaz chirimiri.
-
No me refiero al
tiempo atmosférico. Los neandertales estamos evolucionando. Conocemos el fuego,
aunque aún no lo dominamos. Hemos descubierto el silex, y hemos fabricado armas sofisticadas
como la cachiporra y la lanza. Por lo que es conveniente empezar a jerarquizar
la tribu. ¿No os parece?
-
A mi me parece
bien – dijo Federico, que por su estrambótico nombre, era el hazmerreír de la
tribu – Sólo tengo una objeción: ¿qué significa jerarquizar?
-
Muy sencillo,
Federico. Vosotros me nombraréis Rey. Es decir,
máxima autoridad. Y yo impartiré justicia en la tribu. A cambio, vosotros
compartiréis conmigo los mamuses que cacéis y me obedeceréis sin rechistar.
-
¿Sin rechistar?
Eso me parece un abuso de autoridad. – dijo el fortachón de Grgrgr frunciendo
el ceño.
-
Está bien – dijo
Ag – me obedeceréis rechistando.
-
¿Rechistando? –
dijo Yustinbiber, (Otro excentrico) aunque todo el mundo le llamaba el Greñas
por se calvo (Típico humor neandertal) – A mi eso también me parece despotismo.
¿Por qué la obligatoriedad de rechistar?
-
Está bien, está
bien. Hoy, por ser el día de mi nombramiento,
me mostraré complaciente, y concedo que me obedezcáis rechistando o sin
rechistar. Pero ni una sola opción más. No puedo permitir que cada uno haga lo
que le venga en gana.
Un pequeño grupo del clan se
arremolinó entonces en torno a Bluf. Hubo un silencio en la caverna. Poco a
poco el pequeño grupo fue atrayendo al resto de miembros, por curiosidad, o por simple chismorrería. El caso fue que Ag se
halló solo y apartado. Temió lo peor. Todos hablaban en voz baja dirigiéndole
esquivas miradas. Unos negaban con la cabeza, otros afirmaban y otros ni fu ni
fa. Al término del conciliábulo, Bluf
levantó la mano.
-
De acuerdo – dijo
dirigiéndose a Ag – Te aceptamos como monarca. Y te daremos parte de nuestros
mamuses. No tendrás que salir a cazar. Todos sabemos que eres un gurrumino
raquítico y esmirriado, y un vil cobarde
y cagón. Aún así te aceptaremos como Rey con una sola condición: jamás volverás
a bailar claque.
-
¿Jamás? – dijo Ag
-
¡Jamás!
-
¿Y la cumbia,
podré bailar la cumbia?
Todos los individuos se
miraron y negaron con la cabeza al unísono.
-
El baile y la
danza estarán prohibidos para el Rey
Ag pensó que, de no querer
morir de hambre, debía aceptar.
-
Está bien. Acepto
el sacrificio. Procedamos pues a mi coronación. Sentaos todos aquí delante de mi y prestad atención. ¿Alguien
entre vosotros tiene una corona por casualidad?
La mayoría de los escuchantes
se palparon inútilmente la zamarra de piel de choto. Nadie tenía una corona.
-
¿No? ¿Nadie?
En
el mutis general, sonó la voz de Aris. Aris era el puntilloso del clan, y algo
chinche.
-
¡Yo tengo medio
coco!
-
¿Y está lleno o
vacío? – preguntó Ag
-
¿El qué? – repuso
Aris
-
El coco. ¿Qué va
a ser?
-
No lo sé.
-
Pues míralo y
dime si está lleno o vacío.
-
Ya te he dicho
que sólo tengo medio coco. No un coco. El otro medio no sé dónde está.
-
Está bien, - dijo
Ag tratando de no impacientarse – El medio coco, ¿está lleno o vacío?
-
¿A qué medio coco
te refieres?
-
¿Cuántos medios
cocos tienes?
-
Uno
-
Pues a ese medio
coco me refiero. Olvidémonos del otro medio coco.
-
Sí, mejor – dijo
Aris
-
Entonces, dime:
¿está lleno o vacío tu medio coco?
-
¿Lleno o vacío de
qué?
-
De coco, por
ejemplo.
-
No entiendo la
pregunta. ¿Podrías ser más explícito, Ag?
Sí, Aris era muy chinche y
muy tachuela.
-
¿Más explícito…?
Ag guardó silencio. Un
silencio engorroso y expectante. Todos miraron a Aris
-
Si yo pregunto: ¿de qué está lleno un burro? ¿Qué
me contestaríais? – preguntó Aris dirigiéndose a la concurrencia
Pero ésta siguió silente,
hasta que, Gong dijo:
-
¡Un burro está
lleno de burro!
-
Muy bien, Gong.
Efectivamente – dijo Aris – Un burro siempre está lleno de burro
-
¿Y un mamut? –
volvió a preguntar
-
Un mamut también
está lleno de burro – volvió a contestar Gong
-
No: de mamut.
-
Vaya, pensé que
era una pregunta trampa
-
Es decir,
mientras un burro sea un burro, un mamut sea un mamut y un coco sea un coco,
siempre estarán llenos de burro, mamut o coco. Por consiguiente, tu pregunta,
Ag, debería ser: ¿la cáscara del tu medio coco está llena o vacía de pulpa de
coco u otra sustancia?
-
O – dijo Gong –
en caso de que desees coronarte con medio burro, deberías preguntar: ¿la
cáscara del medio burro está llena o vacía de pulpa de burro u otra sustancia?
Recuérdalo, Ag
-
De acuerdo – dijo
Ag – En tal caso, pregunto…
Pero Yustinbiber, alias el
Greña, se le adelantó:
-
Y yo pregunto:
¿Por qué es más fácil cazar un coco que
un mamut?
-
Pues a mi me
gustaría saber – dijo otro - ¿Por qué los cocoteros no dan mamuses? ¿Alguien lo
sabe?
Y otro más:
-
Pues yo querría saber por qué los mamuses no tienen sabor a coco. A mi
me encanta el sabor del coco.
Y un zaguero preguntó:
- ¿Y por qué llamamos coco al coco y no le
llamamos higo chumbo y al cocotero cocochumbo? A lo mejor así todo sería más
fácil.
-
¡Silencio! –
gritó Ag viendo que las preguntas se sucedían ininterrumpidamente y éstas se
apartaban de sus intereses – No tratemos
de contestar todas la preguntas hoy. Dejemos algunas respuestas para los
tiempos venideros y volvamos a la cuestión que nos ocupa. Aris: ¿tu medio coco
está lleno o vacío de pulpa de coco?
-
Vacío.
-
Bien – prosiguió
Ag – Todo Rey que se precie debe tener un símbolo de autoridad inconfundible. Y
este caso el distintivo será la corona. Pero como dase el caso de que no
tenemos corona, solicito a Aris el honor
de encasquetarme el medio coco vacío de pulpa. Que de aquí en adelante
no llamaremos coco, sino, cocona, y a esta ceremonia la llamaremos
coconamiento. Cocona o emblema que me
identificará y al que todos obedeceréis como hemos acordado: rechistando o sin
rechistar.
-
Con eso qué has
querido decir, Ag, que también tendremos que obedecer a la cocona?
-
No, hombre, no.
La cocona sólo me distinguirá de vosotros. Por ejemplo, al verme, exclamaréis:
¡Mirad, ahí está el Rey ! Ojito; o, ¡Ahí viene o va nuestro coconado Rey
Ag! ¡Qué campechano paseándose por la
tribu como uno más! ¡ ¡Viva el Rey! ¡Hurra por la cocona! Y cosas así. ¿De acuerdo?
Todos asintieron con la
cabeza. Alguien dijo por lo bajini: Mientras nunca más baile claqué…, de
acuerdo, pero si un día le pillo bailando le deslomo.
-
Por favor, Aris,
podrías acercarte y ante todos los presentes dar inicio solemne a la ceremonia
de mi coconación – dijo Ag
-
¿Por qué Aris, y
no yo?
-
Porque Aris es el
que tiene la cocona.
-
Yo también tengo
otra media cocona sin pulpa.
-
No, lo que tú
tienes es medio coco. Cocona sólo hay una y es la de Aris. Y sólo yo,
exclusivamente la llevará puesta. Pobre del que vea con un medio coco en la
cabeza. Seamos serios
-
¿Y media sandía?
¿Puedo llevar puesta media sandía vacía de pulpa?
-
Sí, puedes. Pero
no será vinculante.
Aris se incorporó y se acercó la peñasco donde Ag presidía la
reunión con el medio coco asido por su parte externa. Al llegar a él, la tribu
guardó silencio ante tan importante momento. Aris, nervioso por ser blanco de
todas las miradas, sin mediar palabra, alzó de pronto su brazo derecho y le
endilgó con el medio coco tal golpe en
la cabeza al pobre Ag, que a poco le acogota.
-
Ya – dijo Aris
Dos lagrimones como dos uvas
cristalinas bajaron temblorosas por las mejillas de Ag. Desilusionados ante tan
breve acto, el clan emitió su opinión:
¿Eso ha sido todo? ¿Ya está? ¡Qué fútil ¡
¡Sí, sí, muy fútil! ¡Y qué insulso! ¡Que lo repita! ¡Y que Aris diga algo en
tan solemne momento! ¡ Empieza de nuevo, Aris! El clamor del grupo se hizo
unánime
-
De acuerdo – dijo
Aris – diré algo pero muy breve
-
¡Quítale la cocona
y vuélvesela a poner!
Al escuchar esto, el
petrificado Ag empezó a mover los ojos despavorido.
-
De acuerdo – dijo
Aris
Pero al intentarlo, inútilmente, Ag emitió
un agudo grito de dolor que
hubiera acongojado a todo aquel que no fuera neandertal.
-
Caray, Ag, ni a
medida. – dijo Aris
Después de intentarlo con la misma suerte varias veces,
Aris se volvió hacia los presentes.
-
¿Alguien tiene a
mano un desatascacocos?
Ag en su interior dio gracias
de que aún no hubieran descubierto el hierro. Aris, después, intentó
con todas sus fuerzas extraer el coco de la cabeza de Ag: a rosca, pero su intento también fue baldío como los anteriores, aunque no del
todo: ahora Ag tenía la oreja derecha donde antes tenía la nariz. Por fin Aris tuvo una buena idea:
se colocó detrás de Ag, rodeó el cuello
de éste con el brazo izquierdo, y con la mano derecha trató de desprender con
todas sus fuerzas el coco. Al primer intento la lengua de Ag le servía de
corbata, al segundo, por suerte, el coco cedió.
-
Ag, ¿Te he hecho
daño?
-
No, no – dijo Ag
en un murmullo.
Luego, mirando el cráneo de
Ag, Aris, frunció el ceño.
-
Ag, te ha
desaparecido el cuero cabelludo. – dijo. A continuación miró el medio coco y de
éste salía la pelambrera de Ag.
-
¿Te duele, Ag?
Ag no contestó. Tenía la mirada perdida más allá de infinito.
-
Bien, procedamos.
Yo, Aris, nombro Rey a Ag, para que legisle nuestra tribu, a cambio de reprimir
cualquier deseo de bailar claque, cumbia o cualquier otro baile que innovemos
en el futuro. Y porque así se ha encaprichado él mismo con tal de no salir a
cazar mamuses por su innata cobardía.
-
No. – dijo Ag quedo a Aris– No has debido decir eso. Es
mejor decir por la Gracia Divina
-
¿Con mayúsculas?
-
Con mayúsculas.
La verdad es a veces mezquina
-
Está bien: lo
diré. Yo, Aris, nombro Rey a Ag, también y por si no fuera suficiente con lo anteriormente
dicho, por la Gracia Divina
-
¿Por la Gracia Divina ? – se oyó al
punto al fondo del revoltijo de neandertales - ¿Quién es esa?
-
Ya la has vuelto
a liar, Ag – dijo Aris
-
Sí, ¿quién es esa
Gracia Divina?
-
Querida tribu, –
dijo Ag – no es este el momento de daros a conocer tal revelación, pero os
prometo que lo haré en días próximos. Vamos – dijo ahora dirigiéndose a Aris –
encasquétame rápido, pero suavemente, eh, Aris, suavemente. No perdamos el
tiempo.
-
Pues yo lo quiero
saber ahora – dijo alguien
-
Y yo – dijo otro
Y así, una gran mayoría quiso
saber
-
Está bien – dijo
Ag para calmar los ánimos – la Gracia Divina es el
mandato, el don, que he recibido de un
ser superior y todopoderoso, un gran dios que me ha iluminado y me ha dicho:
Ag, no seas tonto y nómbrate Rey
-
¿Y es superior al
Rey?
-
Sí, pero…
-
Entonces yo me
nombro Gracia Divina y me encasqueto dos
cocos
-
¡No! ¡No! – dijo
Ag sin saber cómo salir de aquel atolladero
– Como ya os he dicho, os prometo tribu, que en otro momento os hablaré
de éste nuevo dios, que no es el dios sol, o el dios luna, o el dios del pertinaz
chirimiri, sino que es un dios único,
omnipotente y creador de todas las cosas. Ya veréis el enorme partido
que en el futuro podremos sacar a ésta idea de dios. Pero ahora, lo importante
es que Aris me nombre Rey. De lo contrario os hago saber que empiezo a sentir
unos irreprimibles deseos de ponerme a bailar claque.
Y así fue, querido cuñado,
como se nombró al primer rey de la historia. La prístina monarquía que otras
tribus, otros pueblos y más tarde otras naciones adoptaron como forma de
gobierno.
-
¿Qué te parece?
No supe qué contestar. El
sueño me vencía. Su relato bien es verdad que admitía objeciones, pero él lo creía a pies
juntillas, y eso era lo realmente importante. Lo que yo opinara carecía de
trascendencia, por lo que callé. Le di las gracias por haber aceptado la invitación
de su hermana y haberme regalado una de las mejores veladas de mi vida. Nos
levantamos de la mesa y le acompañe al cuarto de invitados.
-
Dormirás aquí.
Estás demasiado borracho para conducir. Buenas noches, chisgarabís
-
Buenas noches,
tragaldabas
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