Brontofobia
Estaba echada a lo largo del sofá,
adormecida, cuando me pareció oír el timbre de la puerta. Abrí los ojos y me quedé
expectante.
Serían las cuatro de la tarde, pero el
salón se hallaba extrañamente en penumbra, como si fuera tarde avanzada
.
Oí
un trueno y el timbre volvió a sonar. El caso era que no deseaba recibir ni hablar con nadie.