HAY
DIAS
Hay días en los
que uno no está para poesías.
Son
esos días canallas en los que nos despertamos, a veces sin saberlo, inundados de tan vulgar realismo, que los libros de rapsodas y rimadores nos deberían
estar terminantemente prohibidos, auque
sólo fuera para salvaguardar nuestra poca o mucha sensibilidad poética.
Y así, carente de la menor receptividad
lírica, amanecí este domingo pasado.
Desayuné, e inconsciente de mi estado
anímico, (Malditas sea) me dirigí a mi raquítica biblioteca y elegí un libro al azar.
Y he te aquí que el libro elegido fue
Arena y espuma, del poeta libanés Khalil Gibran.
Es un libro de bolsillo, como la mayoría
de mis libros, y cuya tapa reproduce una
obra pictórica que representa a una especie de coloso desnudo y de espaldas.
Una de las cosas buenas que tiene el
haber coleccionado ciertos años, es que algunos objetos o impresiones pueden transportarnos instantáneamente décadas atrás. (Recelad de
todo aquello que os transporte a décadas futuras. Suele estar prohibido)
Recuerdo que este libro me lo compré
hace unos treinta y cinco años, en un mercadillo que solía ponerse – ahora no
lo sé – junto al monumento de Colón, en
Barcelona, y en el que vendían cosas de segunda mano (Decir antigüedades
hubiera quedado mejor)
Me costó 50 pesetas (Estaban de oferta)
así que aproveché la ocasión y me compré kilo y medio de poetas románticos,
entre los que estaban Schiller, John Keats y Lord Byron. Autores que desconocía
y que…, sigo desconociendo (Pero ahí
están sus libros, en mi librería, dándome el pisto, haciendo bonito y asombrando a alguna que otra
visita)
-
¡Hostias! Pero si tienes libros de John Keats y Lord Byron
-
¿De quién?
Decir que Khalil Gibran fue un poeta muy
místico y muy espiritual.
Y no sólo fue poeta, también fue pintor,
novelista y ensayista, y como todo buen poeta que se precie murió de
tuberculosis y cirrosis hepática, que
son enfermedades muy románticas y muy de poetas.
Su libro Arena y espuma está compuesto
de pensamientos.
Debo confesar que lo que me ocurre con los libros de
pensamientos, máximas y agudezas varias, es lo mismo que me ocurre con los
libros de chistes: no puedo leer más de cinco o seis seguidos. Todo lo que pase
de ese número ya no me hace el menor efecto espiritual o puñetera gracia.
Y menos en un día como hoy,
en el que me he despertado atado a lo mundano, a la realidad más
perversa, al horrible debe y haber y otras susceptibilidades del vivir
Y en ese estado espiritual y bochornoso,
abro al azar el susodicho libro, y leo:
¡Oh, Dios!, hazme presa del león, antes
de permitir que el conejo sea mi presa.
Inmediatamente, claro está, cerré el
libro, (Qué otra cosa podía hacer en un
día así) Pero el pensamiento del poeta siguió
machaconamente dándome vueltas en la cabeza mientras, tumbado en el sofá, trataba de adelantar la siesta del carnero,
como si quisiera dar una nueva oportunidad al día
¡Oh, Dios…! ¡Oh, Dios!... Me repetía mentalmente una y otra vez ¡Qué oh
Dios, ni qué niño muerto! Me dije. ¿Me va a hacer creer el poeta que prefiere
morir devorado por un león antes que matar a un conejo? (Sí, hay días de todo
punto aborrecibles)
¿Acaso no sabe el señor Khalil Gibran que
a los leones les gusta la carne poco hecha, que empiezan a zamparse a sus presas
antes incluso de que éstas mueran?
Porque esto lo sabe hasta el poeta más
infame.
¿Y aún así prefiere ser devorado por un
león antes de que un conejo sea su presa?
Claro que…, tal vez, al señor Gibran, la
carne de conejo le sentara como patada entre piernas. Pero aún así, muy severa debía ser su alergia
para preferir ser engullido, cruda y salvajemente por un león.
O tal vez el conejo, como animal, para Khalil Gibran era sacro, como las vacas en el
hinduismo, un tabú.
Sí, seguramente que el señor Gibran
tenía al conejo como animal sagrado.
De lo contrario, habría dicho:
¡Oh, Dios!, Hazme presa del león, antes
de que cualquier indefenso animal sea mi presa.
¿Tenía entonces el señor Khalil Gibran
algo en contra de las cabras, los pollos
o la merluza? ¿Era vegetariano?
Difícil saberlo
De cualquier modo, y a la vista está, este
pensamiento del señor Khalil Gibran me
resulta poco creíble.
Aunque su ordenación o contrapunto es
realmente bueno y polivalente.
Bien podríamos utilizarlo en política.
Por ejemplo:
¡Oh, Dios, hazme presa de Donald Trump,
antes que permitir que José Múgica sea mi presa
Y así hasta el mismo infinito.
Sí, hay días en los que uno no está para
descifrar licencias poéticas, ni musicalidades bucólicas ni juegos florales, y
leer poesía resulta arduo y cuasi doloroso.
Días en los que uno debería estar
condenado a leer exclusivamente tremendismo o realismo sucio, y contra más crudo, exagerado y sórdido, mejor ¡Coño!
No hay comentarios:
Publicar un comentario