domingo, 25 de noviembre de 2018



                                  HAY DIAS


       Hay días en los que uno no está para poesías.


       Son esos días canallas en los que nos despertamos, a veces sin saberlo,  inundados de tan vulgar realismo, que  los libros de rapsodas y rimadores nos deberían estar terminantemente  prohibidos, auque sólo fuera para salvaguardar nuestra poca o mucha sensibilidad poética.

       Y así, carente de la menor receptividad lírica, amanecí este domingo pasado.

       Desayuné, e inconsciente de mi estado anímico, (Malditas sea) me dirigí a mi raquítica biblioteca y elegí  un libro al azar.

       Y he te aquí que el libro elegido fue Arena y espuma, del poeta libanés Khalil Gibran.

       Es un libro de bolsillo, como la mayoría de mis libros, y  cuya tapa reproduce una obra pictórica que representa a una especie de coloso desnudo y de espaldas.

       Una de las cosas buenas que tiene el haber coleccionado ciertos años, es que algunos objetos o impresiones  pueden transportarnos  instantáneamente décadas atrás. (Recelad de todo aquello que os transporte a décadas futuras. Suele estar prohibido)

       Recuerdo que este libro me lo compré hace unos treinta y cinco años, en un mercadillo que solía ponerse – ahora no lo sé –  junto al monumento de Colón, en Barcelona, y en el que vendían cosas de segunda mano (Decir antigüedades hubiera quedado mejor)

       Me costó 50 pesetas (Estaban de oferta) así que aproveché la ocasión y me compré kilo y medio de poetas románticos, entre los que estaban Schiller, John Keats y Lord Byron. Autores que desconocía y que…,  sigo desconociendo (Pero ahí están sus libros, en mi librería, dándome el pisto,  haciendo bonito y asombrando a alguna que otra visita)

-        ¡Hostias! Pero si tienes libros de John Keats y Lord Byron
-        ¿De quién?

       Decir que Khalil Gibran fue un poeta muy místico y muy  espiritual.

       Y no sólo fue poeta, también fue pintor, novelista y ensayista, y como todo buen poeta que se precie murió de tuberculosis  y cirrosis hepática, que son enfermedades muy románticas y muy de poetas.

       Su libro Arena y espuma está compuesto de pensamientos.

       Debo confesar  que lo que me ocurre con los libros de pensamientos, máximas y agudezas varias, es lo mismo que me ocurre con los libros de chistes: no puedo leer más de cinco o seis seguidos. Todo lo que pase de ese número ya no me hace el menor efecto espiritual o puñetera gracia.

       Y menos en un día  como hoy,  en el que me he despertado atado a lo mundano, a la realidad más perversa, al horrible debe y haber y otras susceptibilidades del vivir  

       Y en ese estado espiritual y bochornoso,  abro al azar el susodicho libro, y leo:

        ¡Oh, Dios!, hazme presa del león, antes de permitir que el conejo sea mi presa.

        Inmediatamente, claro está, cerré el libro, (Qué otra cosa podía hacer  en un día así)  Pero el pensamiento del poeta siguió machaconamente dándome vueltas en la cabeza mientras, tumbado en el sofá,  trataba de adelantar la siesta del carnero, como si quisiera dar una nueva oportunidad al día

       ¡Oh, Dios…! ¡Oh, Dios!...  Me repetía mentalmente una y otra vez ¡Qué oh Dios, ni qué niño muerto! Me dije. ¿Me va a hacer creer el poeta que prefiere morir devorado por un león antes que matar a un conejo? (Sí, hay días de todo punto aborrecibles)  

       ¿Acaso no sabe el señor Khalil Gibran que a los leones les gusta la carne poco hecha, que empiezan a zamparse a sus presas antes incluso de que éstas mueran?

       Porque esto lo sabe hasta el poeta más infame.

       ¿Y aún así prefiere ser devorado por un león antes de que un conejo sea su presa?  

  



       Claro que…, tal vez, al señor Gibran, la carne de conejo le sentara como patada entre piernas.  Pero aún así, muy severa debía ser su alergia para preferir ser engullido, cruda y salvajemente por un león.

       O tal vez el conejo, como animal, para  Khalil Gibran era sacro, como las vacas en el hinduismo, un tabú.

       Sí, seguramente que el señor Gibran tenía al conejo como animal sagrado.

       De lo contrario, habría dicho:

       ¡Oh, Dios!, Hazme presa del león, antes de que cualquier indefenso animal sea mi presa.

       ¿Tenía entonces el señor Khalil Gibran algo en contra  de las cabras, los pollos o la merluza? ¿Era vegetariano?

       Difícil saberlo

       De cualquier modo, y a la vista está, este  pensamiento del señor Khalil Gibran me resulta poco creíble.

       Aunque su ordenación o contrapunto es realmente bueno y polivalente.

       Bien podríamos utilizarlo en política. Por ejemplo:

       ¡Oh, Dios, hazme presa de Donald Trump, antes que permitir que José Múgica sea mi presa


       Y así hasta el mismo infinito.

       Sí, hay días en los que uno no está para descifrar licencias poéticas, ni musicalidades bucólicas ni juegos florales, y leer poesía resulta arduo y cuasi doloroso.

       Días en los que uno debería estar condenado a leer exclusivamente tremendismo o realismo sucio,  y contra más crudo, exagerado  y sórdido, mejor  ¡Coño!





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