miércoles, 14 de noviembre de 2018


                            UN TROCITO DE PAPEL













     La niña persigue un trocito de papel de caramelo que vuela impulsado por el aire.


     Es de color fucsia.

     El papel de caramelo sube y baja. Y la niña gira y gira, va y viene detrás de el, se para y espera.

     La niña es muy pequeña, lleva un vestidito  blanco estampado de florecillas y zapatos de charol.

     A veces grita. ¡Baja! ¡Ven!. Y ríe

     La niña mira constantemente hacia arriba y sus pasos son inseguros y despreocupados.

     El trocito de papel fucsia planea, desciende y remonta. Su vuelo es errático y azaroso, como el de una mariposa, pero es un pájaro, el pájaro más pequeño del mundo.

     Ahora un golpe de aire lo vuelve a ascender y  se posa sobre la copa de un árbol. Y la niña se detiene contrariada.

     Se vuelve y mira a su madre que habla con una amiga sentada en un banco.

     En el parque hay un pequeño estanque con peces naranja. Y una  fuente, y toboganes y columpios y balancines y hasta una casita de madera,  y letreros que dicen: Mantenga limpio el parque.

     La tarde es un poco mustia y destemplada. De ventolera. 

     La  niña mira a su alrededor y se encuentra con la mirada de un matrimonio de viejecitos que sentados en un banco la sonríen. Ella, dice: ¡Qué linda! Y la niña agacha la cabeza con un dedo metido en la boca, como avergonzada.

     El aire vuelve a soplar, y  la niña mira hacia la copa del árbol.

De nuevo el pajarito de color fucsia  se desprende del árbol y revolotea hacia el otro lado del parque.

     Alborozada  la niña alza los brazos para llamar su atención. ¡Aquí! ¡Aquí!

     Muy despacio le sigue. Se sabe observada. La niña va y viene, gira y gira, se detiene y salta con los brazos en alto, como si quisiera alcanzarlo con las manos.

     Cesa el aire y el trocito de papel se posa en el suelo. La niña se acerca  muy despacio, no quiere espantarle.

     Y lo logra. La niña se agacha, lo coge  y lo posa sobre una de sus manos con mucho cuidado, no quiere lastimarlo y lo acaricia con la otra.

     Entonces oye a la viejecita que dice:

-         ¿Es una mariposa?

     La niña mira hacia arriba.

-         No,  es un colibrí
-         ¿Me lo enseñas?

     La niña levanta su mano para mostrárselo a la viejecita. Luego se incorpora.

-         Es muy pequeño y ayer en la tele dijeron que pueden mover las alas trescientas veces por segundo. ¿A que eso es mucho? Y pueden volar hacia atrás ¿A que es raro?
-         Sí, muy raro


     De pronto, en un súbito golpe de aire el colibrí echa a bolar nuevamente. Revolotea y se posa en el suelo. La niña le sigue, pero cuando trata de cogerlo el colibrí da un nuevo salto. Así una y otra vez. Ven, no tengas miedo, dice

-         Cariño – oye decir a su madre  – Tenemos que irnos

    A la niña le entra un poquito de desasosiego. Quiere llevárselo a casa.

    Las dos mujeres ya están de pie, esperándola.

- ¿Vienes? – dice su madre

    La niña hace un último intento para atraparlo, pero el colibrí vuelve a brincar y se posa al lado de su mamá.

    Y entonces...., ésta, bajo la mirada atenta y sonriente de la niña,  levanta el pie y aplasta al colibrí bajo la suela de su zapato.

-         Vamos, cielo. Coge el papel y tíralo a la papelera.

    La niña no entiende, no sabe de universos, es muy pequeña

    Se cuquilla y con la yema de los dedos índice y pulgar lo coge. El colibrí yace roto y sucio entre sus dedos. No llora, no. Pero guarda silencio, un silencio hueco que parece llenarlo todo.

-         Venga, a qué esperas – dice su madre

     La niña con paso lento se dirige a la papelera.  Adiós, dice.

    Luego,  vuelve  hacia su madre a la pata coja, pero con un sentimiento extraño en el ánimo.

    La niña no sabe, no entiende, la niña es muy pequeña,  tan pequeña que  aún no conoce el rencor.



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