UN TROCITO DE PAPEL
La niña persigue un trocito de papel de
caramelo que vuela impulsado por el aire.
Es
de color fucsia.
El
papel de caramelo sube y baja. Y la niña gira y gira, va y viene detrás de el,
se para y espera.
La niña es muy pequeña, lleva un vestidito blanco estampado de florecillas y zapatos de
charol.
A veces grita. ¡Baja! ¡Ven!. Y ríe
La
niña mira constantemente hacia arriba y sus pasos son inseguros y
despreocupados.
El trocito de papel fucsia planea,
desciende y remonta. Su vuelo es errático y azaroso, como el de una mariposa,
pero es un pájaro, el pájaro más pequeño del mundo.
Ahora
un golpe de aire lo vuelve a ascender y se
posa sobre la copa de un árbol. Y la niña se detiene contrariada.
Se vuelve y mira a su madre que habla con
una amiga sentada en un banco.
En
el parque hay un pequeño estanque con peces naranja. Y una fuente, y toboganes y columpios y balancines y
hasta una casita de madera, y letreros que
dicen: Mantenga limpio el parque.
La tarde es un poco mustia y destemplada. De
ventolera.
La niña mira a su alrededor y se encuentra con
la mirada de un matrimonio de viejecitos que sentados en un banco la sonríen.
Ella, dice: ¡Qué linda! Y la niña agacha la cabeza con un dedo metido en la
boca, como avergonzada.
El aire vuelve a soplar, y la niña mira hacia la copa del árbol.
De nuevo el pajarito de color
fucsia se desprende del árbol y revolotea
hacia el otro lado del parque.
Alborozada
la niña alza los brazos para llamar su
atención. ¡Aquí! ¡Aquí!
Muy despacio le sigue. Se sabe observada.
La niña va y viene, gira y gira, se detiene y salta con los brazos en alto,
como si quisiera alcanzarlo con las manos.
Cesa el aire y el trocito de papel se posa
en el suelo. La niña se acerca muy
despacio, no quiere espantarle.
Y lo logra. La niña se agacha, lo coge y lo posa sobre una de sus manos con mucho
cuidado, no quiere lastimarlo y lo acaricia con la otra.
Entonces oye a la viejecita que dice:
-
¿Es una mariposa?
La niña mira hacia arriba.
-
No, es un colibrí
-
¿Me lo enseñas?
La niña levanta su mano para mostrárselo a
la viejecita. Luego se incorpora.
-
Es muy pequeño y
ayer en la tele dijeron que pueden mover las alas trescientas veces por
segundo. ¿A que eso es mucho? Y pueden volar hacia atrás ¿A que es raro?
-
Sí, muy raro
De pronto, en un súbito golpe de aire el
colibrí echa a bolar nuevamente. Revolotea y se posa en el suelo. La niña le
sigue, pero cuando trata de cogerlo el colibrí da un nuevo salto. Así una y
otra vez. Ven, no tengas miedo, dice
-
Cariño – oye
decir a su madre – Tenemos que irnos
A la niña le entra un poquito de
desasosiego. Quiere llevárselo a casa.
Las dos mujeres ya están de pie,
esperándola.
- ¿Vienes? – dice su madre
La niña hace un último intento para
atraparlo, pero el colibrí vuelve a brincar y se posa al lado de su mamá.
Y entonces...., ésta, bajo la mirada atenta
y sonriente de la niña, levanta el pie y
aplasta al colibrí bajo la suela de su zapato.
-
Vamos, cielo. Coge
el papel y tíralo a la papelera.
La niña no entiende, no sabe de universos, es
muy pequeña
Se cuquilla y con la yema de los dedos índice
y pulgar lo coge. El colibrí yace roto y sucio entre sus dedos. No llora, no. Pero
guarda silencio, un silencio hueco que parece llenarlo todo.
-
Venga, a qué
esperas – dice su madre
La niña con paso lento se dirige a la
papelera. Adiós, dice.
Luego,
vuelve hacia su madre a la pata
coja, pero con un sentimiento extraño en el ánimo.
La niña no sabe, no entiende, la niña es
muy pequeña, tan pequeña que aún no conoce el rencor.
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