jueves, 17 de julio de 2014

Las sombras

 
 
 Tras la brillante luz que inunda el jardín de mil colores, tras la suave brisa marina que acaricia los rostros, los olores  a rosas e hibiscus, aguardan vigilantes las sombras esperando su misteriosa invocación.
 
Sin prisas, con infinita paciencia, eternas, amorales, invisibles e insobornables, esperan siempre pacientes el indescifrable, exacto y caprichoso conjuro que mantiene el cruel equilibrio.
 
Vivamos felices y sin miedo a ellas, aunque nuestras vidas no sean más que oberturas de acordes menores, pues ni las estrellas pueden evitarlas
 
Ellas, mantienen la vida 
 
 
EL CONSUELO
 
 
Y heme aquí de nuevo en la madrugada, en la oscuridad, en el silencio que precede a la explosión del día.
En verdad es el único momento que realmente me pertenece. No el bullicio de la luz, sino  lo infranqueable del silencio. En la espera. Aquí, y sólo aquí me escucho, en mansa resignación.
Quisiera…, pobre de mi, ser rico y gobernar sobre un instante de zozobra, o sobre el enigma que supone una décima de segundo. Pero no puedo. No tengo certezas.
Sólo puedo ser feliz en el olvido o la sumisión. Borracho o enfermo.
Sí, mi felicidad la obtengo de sentirme atacado de inutilidad. Eso me eleva sobre el ruido, sobre el absurdo y el desorden.
En realidad, los enfermos de inutilidad somos muy fáciles de detectar: somos los que reímos cuando todos lloran, y viceversa.
 

  

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